Por otro lado, el hecho de trabajar las emociones hace que
se conozcan mejor a ellos mismos y a sus compañeros y tenemos muchas herramientas
a nuestro alcance. Un ejemplo de estas sería hacer que cada niño imite una cara
(por ejemplo, la cara que ponemos cuando nos sorprendemos y el resto tiene que
adivinar qué cara está poniendo el compañero). Con todo esto también
conseguimos que, si hay algún niño algo más tímido que el resto, le ayude a
este a soltarse un poco más y se pueda desenvolver más fácilmente en su entorno.
En mi opinión, pienso que tenemos que fomentar la
utilización de las emociones para que los niños se desarrollen mucho mejor
emocionalmente hablando y para facilitarles que, en un futuro cuando sean algo
más mayores, no tengan miedo a expresar sus emociones, aunque estas sean algunas
emociones negativas, y, por lo tanto, sepan gestionarlas correctamente tanto
unas como otras.